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Antonio Zarco, "Cuaderno de viaje"

"María Rubio Cerro: Pintora
 
María Rubio ya era pintora cuando pasó por mi clase-taller de la Facultad de Bellas Artes de Madrid hace 3 años. Ya lo era como son siempre los verdaderos pintores, que no pintadores. Bastaba verla delante del caballete para notarlo. Buscaba, se buscaba; un lenguaje de pintora, exento de apoyaturas anecdóticas que no fuesen esencialmente plásticas. Su mundo expresable venía del paisaje, en el cual ha dado y sigue dando magníficas obras. Por algo la comisión de la Fundación Rodríguez Acosta de Granada le había otorgado una de sus becas en su sin par residencia granadina. Allí, como siempre, María siguió investigando el mundo formal y cromático, sus relaciones y sus revelaciones.
De un elenco de formas orgánicas, casi magmáticas, donde las masas cerradas, redondas, se arrimaban y extendían como en un movimiento respiratorio, arropadas de azules, blancos, violáceos y verdes y enlazadas con múltiples "senderos" lineales fibrosos, dinámicos, está llegando a unos espacios de tensión o reposo, según el "pulso"; que mantiene con la obra, que la hacen más abierta, más múltiple, más elástica. Las tierras, los rojos, los amarillos y ocres la han ido calentando y junto a un cierto lirismo de antes,ahora convive una gama más seca, más austera, como un poco más castellanizada.
 
Atención, pues, a esta muestra. En ella están, con carta de naturaleza, la emoción, lo netamente plástico, un espacio más personalizado, y sobre todo, algo que empezamos a echar en falta en el panorama joven en nuestra pintura: la Belleza, así, con mayúscula.

Enhorabuena a María Rubio Cerro."

Jesús Mazariegos, "La síntesis del paisaje"

"Existen muchas maneras de ver y de sentir en paisaje. Muchas maneras avaladas por las distintas vanguardias que se han sucedido desde el Impresionismo, debido a que ha sido precisamente este género el principal campo de indagación y experimentación de esas nuevas
maneras de ver. No ha de extrañar, pues, que existan como diversas vías para enfrentarse al paisaje, diversos cristales por donde mirar y distintas armas con las que enfrentarse a los materiales, a las convenciones, a los academicismos y a uno mismo.

 

Hay pintores que se quedan en el interés impresionista por la apariencia pasajera, otros emulan a los fauvistas utilizando colores vivos y puros, o a los expresionistas nórdicos si la gama es algo más sombría y la pintura se aplica con más violencia o con menos optimismo;
otros se adhieren a la herencia cubista y todo se vuelve quebrado y anguloso, otros, en fin, optan por los desiertos surrealistas sembrados de anecdóticas curiosidades.


Contemplando las obras que María Rubio Cerro expone en la Galería Garajarte de San Ildefonso, compruebo que ella no ha entrado por ninguna de las posibles puertas que acabo de citar ni por ninguna otra puerta abierta pues, yendo de un cuadro a otro, no es difícil
reconstruir un proceso de evolución muy personal, que podría enmarcarse en una suerte de cubismo que consigue llevar al paisaje a una síntesis conceptualmente comparable a la que llevó a cabo Nicolás de Stäel, pero sin llegar a su grado de esclerotización, y comparable
también, en consecuencia, a ciertas propuestas de Gerardo Rueda, sin llegar a cruzar, como él, el umbral de la abstracción geométrica.


En este proceso de síntesis que María Rubio ejerce sobre la naturaleza, hay una simplificación y un cierto abatimiento de los planos, como en el cubismo, pero sin renunciar al color, tratado, por otra parte, con cierta libertad, no respecto a la aplicación sino en cuanto a la gama, pues, coherentemente con el fondo geométrico de su visión, la pintora utiliza una pincelada que, coherente con el fondo geométrico de su visión, es más lisa a medida que se aleja de la visión naturalista.


El resultado es un paisajismo aún referencial que, en el caso de los collages, al llevar el proceso hasta su extremo, se vuelve autorreferencial, es decir, que las formas se vuelven autónomas y difícilmente evocan ya el motivo del que partieron; por otra parte, los materiales imponen su propia e inmediata naturaleza. Una exposición para disfrutar y aprender, esto es, el 'instruir deleitando' de los ilustrados, que tampoco es mal lema para maestros y programadores de televisión, por ejemplo."

Este texto apareció en El Norte de Castilla en marzo de 2008

Rodrigo González Martín, "El cuaderno dibujado"

"La anterior exposición de María Rubio en la Galería Garajarte fue hace dos años. Desde entonces ha profundizado en su pintura y ha enriquecido su trabajo de indagación en sus cuadernos de viaje y de campo. Entonces expuso obras inspiradas de su "Cuaderno pausado" (2008), en esta ocasión su "Cuaderno dibujado" (2010) da fuente a las obras mostradas. Cada cuaderno es un espacio de investigación, su diario gráfico, su imaginario personal. Hay que levantar acta del mirar el paisaje y el entorno, tanto geográfico como vital. Se trata de recoger cada emoción espontánea, de dar constancia y continuidad a esos momentos inquietos y fugaces.


En el "Cuaderno románico" se viene recogiendo cada descubrimiento encontrado en la indagación de largo aliento que sobre los orígenes de la pintura castellana realiza María Rubio. Las pequeñas y consistentes obras Fragmentos I, II, III y IV de la actual exposición son un delicado ejemplo de esta indagación sobre las formas primariasy esquemáticas  y sobre los colores metálicos y esenciales de las primitivas tablas, vidrieras o incunables castellanas. A la par que tema de pintura se va perfilando como tema de su tesis doctoral. Sin prisas, sin agobios, sin urgencias.


La obra de María Rubio se registra en los cuadernos de campo y madura y enriquece en el taller. Cada instante de vida se fija y sistematiza en el trabajo lento, callado y persistente del taller. Es una obra que pendula entre la impronta y el análisis, entre el aire fresco y la paciencia. En cada obra se conserva el tenue zumbido de todos y cada uno de los elementos de la naturaleza en sus pinares y caminos, en su grietas y eras. Cada obra integra abstracción formal y cromática, a veces estructurada con precisión y equilibrio, otras acumula intensidad y drama en colores expresivos, casi vidriados. Pero en todas las obras la memoria del paisaje se conserva. En ellas resurge con ponderación, sin forzar el recuerdo, esa ola que nos inundó en el Cantábrico (Bajo la ola, 2009) o esas "Eras de montaña" (2009), que dan crédito a la perspectiva y consistencia arquitectónica a la mirada.


Las obras de María Rubio están elaboradas con extrema consistencia formal y con cambiantes formatos para acoger las más variadas experiencias y experimentaciones. No escatima técnica ni procedimiento alguno para dar expresión a sus percepciones. La exposición está así formada con dibujos sobre rincones y miradas íntimas de Segovia, grabados al aguafuerte y linograbados con retoques posteriores con la barra de pastel que dan personalidad y textura mayor, 11 collages tan pequeños como sutiles y densos y acrílicos empastados y tramados que resultan con rapidez y constancia del quehacer de los paisajes en el taller.


María Rubio pretende lograr la profundidad y exponer lo oculto en transparencias y capas superpuestas que dan textura y evidencia a cada composición, en una permanente contraposición de elementos, sean líquidos o tierras, formas o paisajes.

 

Y siempre procurando liberar la mirada y el color. Dando esquema, como los viejos maestros vitralistas medievales, a las improntas anotadas con urgencia en sus cuadernos de trabajo y explorados con paciencia y criterio en el taller silencioso de la artista.


Nos queda en el aire la pregunta de cuándo María Rubio nos mostrará sus cuadernos, sus bocetos, sus momentos primarios y vitales. Esos instantes primigenios de su vida y de su obra."

Este texto apareció en El Adelantado de Segovia el 22 de abril de 2010

Rodrigo González Martín, "Dentro del bosque"

"De anteriores exposiciones no quedaba en el aire la pregunta de cuándo María Rubio nos mostraría sus cuadernos, sus bocetos, esos momentos primarios y vitales en los que emerge su creatividad. Con cierta complicidad y recato despejaba la duda el día de la inauguración de esta exposición en La Reja y nos enseñaba algunos de sus cuadernos de pintura, verdaderos diarios y ensayos, de descubrimientos y emociones de vivencias y probaturas. Sentíamos todas las reservas al pasar esas páginas secretas, a desvelar esas percepciones primigenias. De esos instantes fugaces nace su pintura, de esas vivencias buscadas y a la vez azarosas, se alimenta su obra posterior, como atestigua en sus dos bellísimas impresiones digitales iluminadas a mano con acuarela (“Cuaderno de Jardín I” y Cuaderno de Jardín II”). La pintura de María Rubio Cerro es una pintura de viajes, de búsquedas, de itinerarios de la naturaleza al estudio, de la impronta a la forma. 

Cada cuaderno es un diario gráfico, en el que crece su imaginario personal y madura su investigación artística. En la presente exposición nos muestra sus logros y progresos en técnicas que van desde los acrílicos a los linograbados, de las acuarelas a las impresiones digitales, avanzando la abstracción formal y cromática, sin olvidar la memoria del paisaje que se siente y se huele en cada gesto, en cada pincelada. Pero la pintura sobresale a la anécdota, el color va encontrando su camino propio  y las ataduras, que llamábamos “vitralistas” en las exposiciones anteriores, de las composiciones se van liberando, fluyendo.

La exposición está cuidada en un montaje respetuoso con técnicas y formatos, los enmarcados protegen las obras de tamaños menores, como si fueran ensayos precisos, experimentos formales. Pero las últimas obras rompen las ataduras, se liberan de sus marcos y la pintura cubre la tela que envuelve el bastidor, como queriendo ir más allá de su soporte. Juego de tamaños, juego de miradas. Apuntes, experiencias, ensayos, ideas. En esta exposición, la pintura de María Rubio Cerro ha ganado en relato, dando más coherencia a su creación y libertad a su proceso. Los apuntes de la naturaleza han decantado intuiciones más sutiles. Hasta ahora primaba el análisis de los bocetos recogidos en los cuadernos, que se realizaba con precisión y paciencia en el estudio, pero las obras que ahora expone María Rubio Cerro alcanzan una madurez de síntesis gráfica y cromática muy atractiva y rica que anticipa una mayor libertad y soltura creativas.

El proceso va de las obras “Dentro del Bosque” o “Setos de acebo en el Medio Punto”, aún descriptivas y con perspectivas a la altura del ojo, a las obras “Orden Clásico I y II”, sin duda las dos obras mayores, no solo en tamaño, de la exposición, en las que la abstracción libera la memoria , la perspectiva se conforma a la altura de la imaginación y la composición sintetiza otras herencias. El cuadro es ventana y mesa, gesto y transparencia, geometría de sección áurea y fantasía floral, orden sin servidumbres perceptivas.

La perspectiva caballera que aún se vislumbra en “Tierras Altas” o “Entre limones” y que da sentido a un orden visual sabido, se ha abstraído en dos dimensiones. Una en la serie de obras tituladas “Ritmo en Rojos” o “Ritmo en verdes”, cuidados relatos de formas y colores, de imágenes y de ensueños, de fragmentos de mapas de una naturaleza ideada más que vista, soñada más que tocada, y otra en la cuidada y sugerente serie de “Collages”, perfecto laboratorio de ensayos, más allá de los cuadernos de campo, alcanzando su propia autonomía, que reivindica su invención. Por enésima vez, en estas piezas de María Rubio Cerro, el collage es a la vez técnica y juego, ensayo y lenguaje, acumulación y cultura. Síntesis de fotografías y textiles, papeles varios y herencias gráficas, dibujos recuperados y retoques nuevos. Orden e impronta, estructura y gesto, acumulación y sorpresa. 

Intuimos que la pintura de María Rubio Cerro en su indagación de formas y colores, va a descubrir nuevos paisajes sin olvidar la memoria, nuevos gestos aún mas sensuales sin renunciar a los sentidos."

Este texto apareció en El Adelantado de Segovia el 21 de julio de 2012

Juan Antonio Tinte, "Tierra adentro"

" A lo largo de este mismo año, tuvimos ocasión de asistir a la exposición organizada por la Facultad de Bellas Artes de Madrid con obras de los artistas becados. La muestra, que contaba con la participación de un más que destacado número de autores, no escondía las claves de lo singuiar. Mas aún, forzaba de alguna manera el reparar con especial atención sobre la obra de alguno de ellos.

 

En este sentido, la obra de María Rubio Cerro (Madrid, 1967), que formaba parte de aquel grupo, no pasaba inadvertida y no lo hacía porque el singular silencio que parecía querer manifestarse desde sus obras, nos remitía por el contrario a una pintura tratada con dureza. Es decir, dominando las querencias, dirigiendo las formas y el color en un continuo soterrar lo fortuito aun cuando ciertas pinceladas parezcan querer convencemos de lo contrario.

 

El modo en que su pintura se articula nos remite a una percepción muy particular tanto del paisaje como del propio universo interno. En sus pinturas, hay cierta tendencia a estructurar la dimensión emocional, como si éstas fueran vestigios de una arquitectura de lo tectónico que silencia apreturas y se sumerge en un sinuoso danzar de sólidos volúmenes adaptándose a los canales de un espacio inventado.

 

De tal forma, su obra se deja seducir y se compone desde los principios de color dominante que marca los compases hacia esas áreas en las que lo natural se empapa de connotaciones como si en ello la autora quisiera mostrar de manera gráfica los vaivenes de una sinfonía invisible de tierra y mar aupada como un despejado conglomerado de todo su discurrir: desde el remoto hasta un ahora que se desnuda de orientaciones y nos descubre lo esencial a modo de telúricas arquitecturas."

Este texto apareció en El Punto de las Artes en septiembre de 2001

Eduardo Juárez Valero, "La luz de la Sierra"

"En el caso de María Rubio Cerro es la calidez de una primavera eterna lo que un servidor aprecia en sus etéreas acuarelas. En sus diarios de campo, bocetos y estudios, se aprecia la belleza que intuyeron tantos viajeros al recorrer matas y cuarteles del Paraíso; recovecos recónditos del jardín y destellos del amanecer, del atardecer , atravesando las hojas de carpe, de loma centenaria y joven rebollo serrano; de pétalos empapados de rocío en esa infancia atemporal a la que todos los morrales nos apuntaríamos sin dilación."

Este texto apareció en El Adelantado de Segovia el 4 de agosto de 2019

El Punto de las Artes, "Paisajes de Rubio Cerro"

" La aproximación al paisaje que lleva a cabo María Rubio Cerro está determinada por un análisis exhaustivo de los componentes estructurales, cromáticos y lumínicos que lo constituyen.  Esta primera observación podría hacernos pensar que su pintura surge de un razonamiento calculado al milímetro que ahoga cualquier tipo de inspiración emocional.  Sin embargo, y de ahí la personalidad del discurso de la artista, la concepción analítica siempre se deja atravesar por un movimiento fluctuante y rítmico que, como en sordina, modula la estructuración del dato visible hacia estratos abiertos y líricos.

 Si  bien intuimos que el sistema creador de Rubio Cerro no se inscribe en un proceso cerrado, sino que está abierto a una constante investigación, podemos señalar un eje trasversal en el desarrollo de sus obras: observación espontánea, análisis - a través de notas, dibujos y reflexiones - y reinterpretación evocativa y expresiva en la obra definitiva.  Pero tal vez debamos entender sus estudios previos no tanto como bocetos preparatorios sino como registros de su pensamiento en un cuaderno de viaje que, a posteriori, alcanzarán una dimensión nueva a ser reelaborados en su pintura.

Rubio Cerro parte de la realidad para transformarla; no está entre sus intereses la subordinación mimética a aquello que ha sido contemplado.  No podemos decir que el paisaje sea una mera excusa o un trasunto leve, pues la estructura y la atmósfera tonal siempre perviven; pero tampoco es un diagrama al cual ajustarse con exactitud.

 

Es por eso que no hallaremos en la pintura de Rubio Cerro registros narrativos ni inquietudes anecdóticas, sino estratos interpretativos que se adaptan a una estructura sensible para, a través de los campos de color que se interpenetran  con libertad, tensarla hasta los límites que separan el terreno lábil que habita entre la figuración y la abstracción.  Pero no está entre los intereses de la artista dirigir su pintura hacia la plástica arreferncial; sus paisajes siempre serán paisajes, acotaciones mensurables del espacio que habitamos, lo cual no  quiere decir que no exista espacio para la trasfiguración emocional de aquello que ha sido previamente pensado, vivido, analizado."

Este texto apareció en El Punto de las Artes en marzo de 2008

Alba Domínguez, "Cuadernos de Ingenio"

"La artista tiene un estilo impresionista -aunque no un impresionismo clásico- en la imagen que queda en su cabeza y en los colores que utiliza, pero a nivel de pincelada y de tratamiento del plano, realiza un trabajo reflexivo.

 

Para María Rubio Cerro, la geometría es algo principal, es el equilibrio que da sentido a su obra. Todo inspira a la artista. En su trabajo de investigación sobre el arte románico de Segovia le llamó la atención cómo la proporción consigue dar belleza al conjunto.

 

Su inspiración es la naturaleza, “un rayo de luz que choca de una manera determinada en un edificio, n encaje que crea un sentimiento, un detalle captado en un segundo que consigue transmitir una realidad o una impresión”, según relata la artista. El recorrido, el mapa o itinerario es otra de las bases de su trabajo.

 

María Rubio Cerro tiene un sello personal: sus cuadernos, que utiliza como un “diario artístico” en el que trabaja dia a dia. En ellos realiza el trabajo de investigación, es la “impronta”, lo que le sucede de forma rápida, reflejando lo cotidiano.

 

Los apuntes no plasman ideas fijas, sino que sus temas distan desde reuniones con amigos a momentos difíciles de su vida: todos estos detalles los interpreta y analiza creando esquemas subyacentes, para hallar la esencia del mensaje.

 

Después, en el estudio es cuando realiza un análisis del porqué quiere relajar una determinada situación.

 

La artista pretende que el público complete el cuadro, la continuación del diálogo es un “cuadro terminado”."

Este texto apareció en El Adelantado de Segovia el 29 de junio de 2021

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